Cuando Alice tenía 6 años un incendio devastó la mansión de la familia. Todo el mundo supuso que todos habían muerto, por lo que la sorpresa fue mayúscula cuando un vecino encontró a la pequeña paseando por la calle. Estaba sucia y completamente abstraída hablando de conejos y sombrereros.

Los médicos que la atendieron dijeron que la pobre niña había cortado cualquier conexión con la realidad debido a lo traumático del suceso vivido y le diagnosticaron una demencia aguda.

Al entrar tan joven en el Sótano pronto se ganó el cariño de los demás internos que, ante la despreocupación de los médicos, quienes la daban por un caso perdido, se encargaron de la educación de la pequeña.

La llegada del Dr. Cheshire al manicomio cambió completamente el mundo de Alice, pues fue la primera persona que consideró que su demencia podía tener cura. Pero parte del tratamiento era ahondar en el irracional mundo que a lo largo de los años había creado; la única forma conocida por el hombre: estupefacientes y electroshocks.